La eternidad es un juego, donde los ángeles conjugan nuestras vidas. Las unen, para después separarlas, para que así seamos libres y sin apegos aprendamos a limpiar nuestras alas; cambiemos el plumaje, las extendamos y las agitemos sin parar.
Nuestro aleteo les da la señal; ¡divertidos!, casi riendo entre dientes; nos prepararan otro encuentro, otra búsqueda, otra enseñanza más.
Se alinearán los astros, se parará el tiempo y otra despedida vendrá, para recordarnos una y otra vez que la eternidad son simbióticas cortas estaciones que se derriban y nos obligan a marchar. A otro destino, a otro lugar, que se despojará de nuevo para volver a empezar.
¿És una búsqueda? No, no lo es, es el movimiento de las corrientes marinas que al erosionar con la tierra producen vibraciones en nuestra alma, para que seamos constantes viajeros conscientes, sacudidos por el choque de otra placa tectónica, e impulsados por esta liberación de energía, destruyamos lo viejo, para dar paso a lo nuevo. Y poco a poco, algo más expertos, aprendamos el juego de la eternidad.
Donde me lleven las olas, allí te esperaré. Más vieja, más libre, más sabia… Allí donde las corrientes marinas erosionen una y otra vez contra mi alma, y tu viajero aventurero, seas el número resultante de la suma de los puntos de los dados que lanzan mis ángeles al azar; divertidos por las cosquillas que les produce el aleteo constante de mis alas.