
Como cada tarde está en el parque para tocar su viejo y cansado instrumento.
En el mismo banco sentado, una manta en el suelo a su lado, dispuesto a dar el lado bueno y aunque ya se venga a menos me regala una balada, sólo por una mirada.
De sus años de experiencia, mil anécdotas me cuenta, yo finjo creerlo así, me gusta verle feliz, contando aventuras y creyendo ser un violín.
Toca para mí, yo te quiero oír, quiero formar parte de tu locura, pondremos nuestras almas de partitura.
Toca para mí, yo te quiero oír y que el último latido de tu corazón sea una rosa que brota de la última nota.
Hay gente que ríe al verle, con su pajarita verde, sus pantalones ya roídos y unas flores que ha cogido adornando una camisa que ha cosido muy deprisa.
El loco maestro toca, con una dulzura loca y se posa una paloma en sus zapatos de goma, nadie ríe, nadie habla, los que de ti se burlaban.
Se va recostando y habla, de lo dura que es la tabla, ya he dejado de fingir, no quiero verle sufrir contando aventuras y creyendo ser un violín.
Toca para mi, yo te quiero oír, quiero formar parte de tu locura, pondremos nuestras almas de partitura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario