Un día cualquiera ella estaba sentada en un pequeño chaise longue de aquel lugar que tanto le gustaba frecuentar, tenía el mar a su izquierda, delante una pequeña mesa de un blanco decapado, había muchas sombrillas de colores con pequeños adornos de hierro que con el balanceo producido por el viento emitian un sonido peculiar, música chill-out de fondo, y su copa de martini blanco. Ella llevaba su mini vestido dorado, y sus bikinis blancos, no llevaba zapatos tenía los pies en la arena, las piernas cruzadas y en la mano un abanico blanco adornado con pequeñas plumas doradas. De pronto lo vio llegar, sobresaltada y muy discretamente abrió el abanico y se empezó a abanicar. No sabía por que aquel hombre agitaba sus sentidos de aquella manera, pero su presencia la inquietaba cada vez más, era alto, moreno, atractivo y terriblemente misterioso. Lo había visto varias veces en el mismo lugar, se habían mirado, pero ella no había mostrado demasiado interés. Ese día, sigilosamente, y con pasos firmes se acercó mucho más a ella, se sentó justo 2 mesas continuas a la suya, se acomodó, cruzó sus piernas y con su bebida en la mano (parecía un whisky con hielo), la empezó a mirar, ella notaba su mirada magnetizada, mientras seguía lentamente abanicándose, hasta que desvío su mirada hacia él. Esta vez ella fue algo más descarada y con la misma intensidad le siguió mirando. El le hizo un mohín y ella le regaló una sonrisa. Y así, entre sorbo y sorbo de whisky y martini , ... siguieron observándose un rato más, hasta que ella se levanto y sin ni siquiera mirarlo se fue.
¿Quién era ese hombre? ¿Por que le inquietaba su presencia?
...
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