domingo, 2 de marzo de 2014

Pollença, 2 de Marzo.


El sol brilla con todo su esplendor, las terrazas llenas de curiosos turistas y gente local. Una pareja de alemanes me piden si pueden compartir mesa conmigo, entre gestos nos entendemos y les invito a sentarse. Ella saca un cuaderno, algo parecido a un diario, con tapas de piel, y se pone a escribir , quizás para que nunca pueda olvidar su viaje. El cierra los ojos , y esta a punto de dormir. Me encanta cuando los espacios personales se respetan, y estando con la persona que has elegido que te acompañe en tu camino, los silencios se transforman en comunicación, donde ambos dejan fluir su imaginación.

En unas cuantas mesas más lejanas, dos amigas están sentadas, deben rondar los 60 años de edad, pero su imagen demuestra una vida plena, ambas llevan el pelo gris, una con coleta, la otra pelo corto y con mechas cobrizas, gafas de sol puestas. El negro forma parte de su vestuario, combinado con complementos que demuestran el buen gusto y elegante exquisitez.

La de mechas lleva una americana verde manzana, y un colgante plateado con una enorme cruz con piedras cuadras verdes. La de la coleta unas pinzas de leopardo. Ambas hablan tranquilamente, una está tomando una copa de cava, la otra parece que un cocktail con zumo de naranja natural. Sin demasiado entusiasmo pero con risas quizás compartan las travesuras de la semana. 

En mi mesa seguimos los 3 entre sorbo y sorbo de café con leche, pienso que mi pareja compañera de mesa seguramente hablen ingles, y que podría aprovechar y ponerme a hablar, pero el silencio es tan hermoso que no quiero romper la perfecta sincronización de este momento. El ha sacado un e-book y se pone a leer, ella aprovecha su diario ahora para dibujar. 

A la derecha esta el mercado, los comerciantes aprovechan para vender sus frutas y verduras. Justo en frente, se alza una montaña verde, preciosa, y con el fondo del cielo azul claro y nubes blancas, parece majestuosa. 

Mi compañera de mi mesa se levanta, me imagino que tiene esa inquietud de un viajante, no puede desaprovechar mucho tiempo para quedarse sentada , le da un beso a él y se pierde entre la multitud de la gente. El sigue aquí delante de mi, leyendo plácidamente, levantando de vez en cuando la vista, para volverla a posar sobre su e-book.

Al cabo de un rato, me levanto para irme, recojo mis cosas, y me despido de él, se despide de mi con una sonrisa,  mientras camino pienso, en que este instante nunca se volverá a repetir,  puedo volver a la plaza de pollença, pero mis compañeros de mesa nunca serán los mismos, o ni siquiera nunca vuelva a tenerlos y las amigas de la mesa más lejana lo más probable es que no nos volvamos a ver, pero eso fue precisamente la magia de mi Domingo por la mañana.

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